Revisitar, pensar y enseñar Malvinas en la Universidad | 40 años

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En los últimos años Malvinas ha comenzado a tener un lugar de mayor preponderancia en la agenda ciudadana, así como también, en los debates historiográficos sobre la historia reciente de nuestro país. Es por ello que conversamos con los docentes a cargo de las asignaturas relacionadas a la historia argentina del siglo XX en la Sede Uruguay de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales UADER. Luis Ángel Cerrudo y Gustavo Sirota nos brindan sus testimonios acerca de los lugares de Malvinas en la enseñanza superior cuando eran estudiantes de profesorado y cómo piensan hoy ese vínculo en relación a la formación de los futuros educadores.

¿Qué características tuvo la enseñanza de Malvinas en su etapa de formación de grado como docente?

GS.- La enseñanza de Malvinas estuvo marcada por el contexto en el cual desarrollé mi formación docente. A pocos años -ingresé al profesorado en 1984- del conflicto bélico, con los coletazos de la retirada desordenada de la dictadura genocida, y una democracia aún en ciernes; Malvinas ocupaba un segundo plano en la agenda del país. Era una temática callada y la «desmalvinización» casi un ejercicio colectivo. Por ello Malvinas, desde la perspectiva que fuera pasaba desapercibida. Más aún en la currícula, e incluso en las propias aulas, de lugares conservadores y de incipiente participación y diálogo democrático como el que por entonces se daba en el Profesorado de Concepción del Uruguay. Solo en las cercanías de 2 de abril se podía entrever algún ejercicio de debate o reflexión sobre la cuestión, pero más que nada esto sucedía en ámbitos militantes, no así en el aula. Quizás pueda justificarse esta «desmalvinización» forzosa en la pesada carga que significaba para la sociedad toda el «intentar» dejar atrás tiempos de silencios cómplices, de miedos, de horror tras siete largos años de dictadura. Por ello no es mucho lo que se podría destacar de aquella etapa formativa acerca de esta temática, que insisto, ocupaba un lugar menor en la cotidianeidad y del cual la currícula y lo que eran nuestros espacios formativos no escapaban a esas prácticas.

LAC.- En mi caso particular, soy contemporáneo de la Guerra de Malvinas. Había comenzado a estudiar historia en el profesorado de la Escuela Normal en 1981 y al poco tiempo ingresé al servicio militar obligatorio en Prefectura (clase 63) Cuando estalló la guerra (empezábamos a cursar 2do año) muchos de mis compañeros de secundaria (clase 62) fueron movilizados a sus regimientos (especialmente Corrientes) y trasladados al Teatro de Operaciones. Esto fue un primer impacto, fuerte, y a partir de ahí, pudimos hacer un seguimiento de lo que sucedía con las primeras cartas que llegaban, la información sesgada de los medios de comunicación, y los diversos medios gráficos que nos anunciaban triunfalistas que «estábamos ganando», en un lenguaje futbolero, alejado de toda seriedad y vociferando contra «los piratas» en textos patrioteros. Colectas solidarias, bufandas, chocolates, donaciones, vigilias en la Plaza Ramírez nos convocaban mientras escribíamos cartas que nuestros amigos no recibirían y esperábamos noticias que no llegaban. La guerra se vivió con una mezcla de euforia, lejanía y sabor amargo. Cuando llegó ese final abrupto y el dictador Galtieri apareció en cadena anunciando la rendición de Puerto Argentino. Lo demás fue caos en el Proceso de Reorganización Nacional, movilizaciones populares antidictadura y convocatoria apresurada a elecciones, mientras intentaban esconder lo sucedido en el lejano sur iniciando un proceso de desmalvinización.

¿Qué importancia tuvieron las prácticas y contextos no curriculares en el aprendizaje sobre Malvinas durante aquella etapa?

GS.- En mi etapa formativa, insisto en que la misma se llevó adelante entre los años 1984 y 1988, Malvinas ocupaba un lugar secundario, más allá de situaciones puntuales como por ejemplo la presentación del denominado informe Rattenbach «Comisión de análisis y evaluación de las responsabilidades políticas y estratégico militares en el conflicto del Atlántico Sur», cuyo texto se hizo público a finales de 1983, o las primeras movilizaciones de ex soldados combatientes en las islas, que volvían a traer el tema a la agenda pública. En lo personal la cercanía y amistad con algún ex combatiente, así como mi militancia estudiantil y partidaria, fueron determinantes en el ejercicio de buscar espacios y generar aprendizajes que permitieran pensar y sostener la cuestión más allá del simple repaso del conflicto bélico, dando a la misma otra significación y otro contexto, más amplio y con más desarrollo conceptual. Esto se dio tanto en mi formación docente disciplinar, como en mi recorrido profesional más tarde, donde Malvinas y especialmente el poder poner en valor la gesta desde una perspectiva histórica y política, fueron una constante preocupación. Siempre, en este sentido, apelé a dar voz y visibilizar a los ex combatientes soldados, quienes en su carácter de conscriptos fueron el eslabón más débil y vulnerable de aquel conflicto.  Eso me permitió – no fue así con la mayor parte de mis compañeras/os de carrera y menos aún en mi recorrido profesional con colegas que no podían salir del corset de la efeméride o del acto anual que el calendario académico marcaba – tener una perspectiva de primera mano en lo que a las acciones bélicas se refiere, y fortalecer la mirada teórica e ideológica, enmarcando Malvinas en un contexto de mayor dimensión histórica y política.

LAC.- Indudablemente que lo que estudiábamos sobre Malvinas en el profesorado, todos esos argumentos, todas las explicaciones del derecho internacional y los diversos foros de reclamo se van a resignificar a partir de la guerra. El conflicto militar los deja atrás. Malvinas cambia entonces de sentido, se profundiza y se radicaliza. La cuestión soberana entra en conflicto directo, se reactualiza geopolítica y socialmente con el estallido de la guerra en 1982. Y todo esto en una situación política de proscripción e ilegitimidad de la dictadura militar que había implementado el terrorismo de Estado en nuestro país. Represión interna (movilización de la CGT del 30 de marzo) y reivindicación soberana días después. El peso histórico, lo simbólico asumido por años de las islas irredentas toma cuerpo en la recuperación militar. A partir de ese momento, se acentúa el sentido de pertenencia, aparece un sentimiento nacional muy fuerte. La gente salió a la calle, las banderas argentinas ocuparon el espacio público. Así, el tema Malvinas va a adquirir un significado diferente en el imaginario argentino según se las piense, se las sienta y se reflexione sobre ellas antes, durante y después de la guerra.  Después del 2 de abril Malvinas implica algo mucho más profundo. La guerra modificó profundamente la percepción de este tema que va a adquirir posteriormente un volumen significativo en la agenda político social de los argentinos.

¿Cómo se imagina hoy que deben dialogar Malvinas con la enseñanza de la historia reciente?

GS.- Hoy creo desde la historia debemos enfocarnos en dos o tres coordenadas que nos permitan, en la currícula, en el aula y en lo teórico, hacer de Malvinas una lectura en perspectiva histórica, pero de gran significación presente. Por un lado la clara delimitación entre la conducción del proceso genocida, los miembros de las fuerzas armadas y de seguridad que fueron parte activa – por acción u omisión - del terrorismo de estado, e incluso con el componente civil que acompañó y prestó su participación en aquella aventura militar, y los ex combatientes soldados conscriptos que obligados debieron prestar combate o fueron movilizados como reservistas.  Hay aquí un debate pendiente aún en la sociedad, en la academia y en cada espacio de formación donde nos toque desempeñarnos, sobre el papel de los perpetradores en Malvinas, la consecuente prosecución de prácticas aberrantes y de sometimiento – violación de derechos humanos -, separando de quienes obligados – ex combatientes soldados conscriptos -  ofrendaron su vida y sufrieron en carne propia los avatares de una guerra que no propiciaron y para la cual no están preparados. Un punto neurálgico es la discusión pendiente entre dos conceptos de fuerte carga simbólica como lo son el de ocupar el rol de «héroes» o «víctimas». En todo caso poder entrever el doble papel de héroes / víctimas de los soldados conscriptos es un ejercicio que nos debemos en la academia y en el aula.  Asimismo, el papel de las mujeres, muchas de ellas partícipes en Malvinas en el frente de batalla, ninguneadas, olvidadas – ocultadas en realidad – por la historia oficial y el relato «malvinero» del Estado y de las fuentes hegemónicas. Otro debate a dar, de múltiples miradas, tiene que ver con el poder asignar el verdadero valor a la disputa en clave colonial / imperialista – nosotros claro desde nuestra perspectiva de enclave dependiente – que tiene Malvinas. Es un ejercicio teórico, pero también geopolítico y de hondo contenido ideológico. No hacerlo es reducir el conflicto a una secuencia histórica y bélica, pero despojada de cualquier valor que la haga trascendente o significante. Por último, creo debe haber una «bajada malvinizadora» en nuestro ejercicio profesional, sea en la currícula, en el aula, e incluso en la cotidianeidad de nuestro desempeño como sujeto social comprometido. Malvinizar es poner en perspectiva las carencias y sufrimientos de millones condenados a la pobreza estructural y al desamparo por las mismas fuerzas – el capital internacional – que está detrás de la ocupación militar de Malvinas. Malvinizar es entonces entender la realidad que vivimos día a día los argentinos y argentinas en un país que no puede aún quebrar su dependencia cultural, ideológica y económica de los centros del capitalismo trasnacional usurero y expoliador, haciendo de Malvinas la bisagra que nos permita soñar un proyecto de país independiente, con justicia y libertad, en el cual todos/as los argentinos puedan construir un futuro digno en su tierra.

LAC.- La recuperación democrática, la etapa de la posdictadura fue un tiempo complejo donde Malvinas no fue centro. El partido militar amenazante, el peso de la deuda externa, la crisis económica, las presiones del FMI ponían en jaque al gobierno de Alfonsín. Pero poco a poco comenzaron a aparecer textos sobre la guerra, principalmente abordados por periodistas y militares. Los historiadores recién comenzaron a tratar de manera más o menos sistemática esta problemática a partir de la década del 90. Hoy esa perspectiva ha cambiado. Nuestra sociedad, en el nuevo siglo, ha comenzado a hacerse nuevas preguntas. Y la Historia Reciente ha tomado Malvinas como un campo específico de indagación e investigación. Buscando entre todas las dimensiones y ámbitos de análisis una forma de pensar y contar Malvinas. Malvinas como acontecimiento bélico, político, pero también como un acto social y cultural, visibilizando no sólo a los responsables, a las potencias beligerantes y a la geopolítica global, sino especialmente a los combatientes y a la sociedad en su conjunto, pudiendo así observar como las guerras determinan, condicionan o reproducen modos de funcionamientos sociales. Esto también nos permite abordar con mayor claridad las representaciones culturales sobre soberanía, territorio y nacionalidad subyacentes como también el clima social en relación a Malvinas en diferentes momentos. De la misma manera reconocer las políticas públicas sostenidas por el Estado argentino al respecto. Documentos desclasificados, informes periodísticos y archivos nacionales y extranjeros, nuevas investigaciones, sumado a un ejercicio de recuperación de la memoria a través del rescate de historias de vida de los protagonistas nos permiten hoy abordar de forma integral un proceso complejo y nos acerca a una mejor comprensión del mismo. Poder abordar Malvinas en la cátedra, a cuarenta años del conflicto bélico, es un compromiso muy fuerte que tenemos, no sólo con nuestra Nación sino con cada uno de aquellos que fueron protagonistas de esa historia, trágica y heroica, llevada adelante en tiempos complejos, para poder ir reelaborando los prolongados efectos que ha tenido y tiene tanto en la política como en la sociedad argentina.

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