Celia Ortiz, pedagoga de
la sensibilidad y la libertad
Celia Montoya, pedagoga de
la sensibilidad y la libertad
Vital, arriesgada, Celia Ortiz de Montoya fue la primera doctora en Educación de la Argentina y una incansable promotora de la superación del programa del normalismo. Aún hoy es una referencia de mujer inclaudicable y clara, decidida.
Angelina Uzín Olleros
La historia de la educación argentina aparece marcada por continuidades y rupturas, la decisión del entonces presidente Domingo F. Sarmiento, impulsada por su Ministro de Justicia e Instrucción Pública Nicolás Avellaneda de crear la primera Escuela Normal del país en la ciudad de Paraná en 1870 sujetó a la enseñanza a la tradición del normalismo positivista con sus claroscuros y sus matices. Ese entramado complejo del que la escuela procede sigue escribiendo sus páginas entre personajes como Celia Ortiz de Montoya, y protagonistas que dejaron un legado cultural de gran riqueza. El licenciado Ignacio Olano, bisnieto de Celia, expone en su investigación sobre su obra educativa, que en “(…) su Tesis Doctoral, finalizada en 1930… propone la transformación de las Escuelas Normales. Dicha transformación se fundamenta en la selección de los estudiantes, exigiéndoles una vocación real y una capacidad afectiva necesaria para ser maestros. Celia Ortiz reconoció en una publicación posterior que el normalismo con aquel carácter positivista tradicional estaba en decadencia y era necesaria una reforma del mismo. Ya que la Escuela Normal era la piedra basal del sistema educativo, modificarla a través de nuevas concepciones y métodos pedagógicos, significaría un reordenamiento del sistema educativo argentino (1960).”
Periplo
El texto de Olano resalta la experiencia de Celia Ortiz de haber vivido en medio de las controversias en pro y en contra del positivismo, postura que caracterizó a la generación de 1880 en un impulso cientificista marcado en vertientes que llegaban desde Europa a América Latina. Alcanza con leer el título de la obra del francés Augusto Comte “Catecismo positivista” para advertir que la ciencia marcaría la agenda educativa en todos sus niveles. Celia, antes de recibirse de doctora, viajó a Europa. Esa travesía enriqueció su perspectiva sobre la necesidad de transformación del proyecto educativo argentino. En su recorrido entre diciembre de 1925 y abril de 1926, ella “(…) visitó escuelas, liceos, universidades, escuelas técnicas, industriales, de artes y oficios y escuelas de reforma, museos y pinacotecas en España, Italia y en Ginebra, Suiza. Allí observó la aplicación de las nuevas técnicas educativas y trabó contacto con altos exponentes del saber pedagógico: Josefina Pizzigoni, Claparède, Mache, Bovet, Ferrière (quien la visitará en su viaje a la Argentina en 1930). Visitó la Exposición Didáctica de Florencia, y también realizó una estadía en el Instituto Jean-Jacques Rousseau de Ginebra”.
Un camino firme
La riqueza de su pensamiento, su formación académica y la particular personalidad de Celia Ortiz pueden verse reflejadas en sus numerosas publicaciones sobre filósofos como René Descartes, Pascal, Voltaire, Ortega y Gasset; temáticas propias de la filosofía contemporánea, sus estudios sobre cuestiones estadísticas de la educación en Entre Ríos, problemáticas educativas en torno a la filosofía del siglo XX, los ideales del humanismo y un texto que escribió junto a su hija Inés Montoya de Hirschson sobre los momentos culminantes en la educación pública de Entre Ríos entre 1810 y 1966. Su trayectoria no pasó desapercibida y fue distinguida por la Asamblea Latinoamericana de Educación con la orquídea de Homenaje a la Mujer Latinoamericana en 1965, también fue nombrada Profesora Emérita de la Universidad Nacional del Litoral en 1969. Y en el año 1977 fue homenajeada por el Congreso Internacional de las Naciones como Ilustre Parlamentaria.
En el portal Aprender del Sistema Educativo de Entre Ríos puede verse la Biografía audiovisual sobre Celia Ortiz de Montoya: "Normalmente, no era así", realizada por el grupo “Los Documentalistas” y desarrollada desde el Centro de Producción en Comunicación y Educación de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos. El documental, bajo la dirección de Manuel Castro, se basa en investigaciones llevadas a cabo por el Dr. M. Sebastián Román. En ese material pueden observarse los análisis de especialistas en ciencias de la educación como también los recuerdos expresados por sus nietos y nietas. También sus ex alumnos y alumnas la recuerdan en su paso por las aulas y en su casa de puertas abiertas a quienes querían realizarle consultas o solicitar ayuda bibliográfica.
Sus entornos
Ella estaba siempre entre la biblioteca y el jardín. Sus cuatro hijos: Celia M. de Olano, Inés M. de Hirschson, Jorge Samuel Montoya y Gloria M. de Daneri tomaron su legado y lo expandieron. Sus nietas Mercedes y Gloria Daneri la recuerdan con el gesto de ternura que la caracterizaba con su elegancia y coquetería; otra de sus nietas Inés H. de Zampayo recuerda el viaje que realizó en el año 1972 a Europa acompañadas por la historiadora Beatriz Bosch; Bosch dijo de Celia Montoya que: “Nacida en un hogar opulento, pudo inclinarse por apetencias frívolas o materiales. Ella optó, empero, por el mandato del espíritu. Escuchó tempranamente el llamado inspirador, arriesgó en seguirlo con fervor y valentía, sobreponiéndose a arraigados prejuicios sociales”.
Gloria Montoya, su hija, le dedicó este poema, publicado en el libro “Tierra América y otros poemas” (1975) que resume el amor que Celia inspiraba:
“… Hoy repito su patio con techo de glicinas/Porque quiero que se me trepe desde los talones/Desde los dedos de cada pie que pisa sus baldosas rojas/Frescas en la sombra violeta-verde de hojas/Y pérgolas floridas/Quiero que se me filtre por las heridas de los poros/Toda aquella infancia/Todo aquel sueño de perfumes y vuelos tenaces de picaflores/Que se regocijan con el estrépito dulce del polen/Y se suspenden en el diluvio suave de las mangueras…”
Celia Ortiz de Montoya fue la hija mayor del matrimonio compuesto por Samuel Ortiz Soler y Arminda Inés Arigós Ortiz. Nació en una familia de sólida posición económica y social en la provincia de Entre Ríos. Fue una precursora en la renovación de la pedagogía argentina con propuestas que abrieron el camino hacia la educación creadora y en libertad. En 1915 egresó como Maestra de la Escuela Normal de Paraná y en 1918 obtuvo el título de Profesora de Pedagogía y Filosofía en la Universidad Nacional de La Plata, en 1930 se recibió como Doctora en Ciencias de la Educación, siendo la primera mujer en obtener ese título en el país. En Paraná, luego de doctorarse comenzó a desarrollar sus tareas académicas en la Facultad de Ciencias Económicas y Educacionales, perteneciente a la Universidad Nacional del Litoral que, actualmente, es la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos, donde estuvo a cargo de las cátedras de Historia de la Educación, Didáctica General y Práctica de la Enseñanza. Fue una gran impulsora de la “Escuela Nueva”, en 1931 llevó adelante una experiencia innovadora en el ámbito educacional de Paraná, denominada Educación Integral Activa. La Biblioteca de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales es de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, le rinde homenaje llevando su nombre.
Motivos de un espacio
Cuando hablamos del espacio el sentido común nos lleva a pensar en astronautas, naves y satélites que recorren la galaxia; pero el espacio en general y los espacios en particular tienen relación aquí con los lugares que ocupan las mujeres y que fueron negados históricamente. Las mujeres espaciales salen del universo doméstico cerrado y delimitado por los poderes de turno para ocupar espacios laborales, políticos, económicos, artísticos, luchando por conquistar derechos en lo público y terrenal.