El Aula de la Memoria de la Escuela Normal «José María Torres» fue el ámbito en el que se expuso la Muestra fotográfica inédita y acercamientos a la obra de Juan L. Ortiz «He sido, tal vez, una rama de árbol, una sombra de pájaro, el reflejo de un río...», el martes 20 de septiembre. La actividad estuvo organizada por el Consejo de Carrera del Profesorado en Lengua y Literatura de la FHAyCS, conjuntamente con el área de «Memorias y Derechos Humanos» dependiente de la Secretaría de Extensión Universitaria y Derechos Humanos de dicha Facultad.
Una importante asistencia de público se dio cita para participar de la muestra fotográfica inédita de Juanele. En la apertura del encuentro se proyectó el documental «Homenaje a Juan L. Ortiz», producido por la Universidad Nacional del Litoral y la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Entre Ríos, en el que se escucha la apacible voz del poeta, mientras su frágil figura se mimetiza con el paisaje natural que tanto lo inspiró.
La mesa inaugural del encuentro, coordinada por el estudiante Mario Klocker, ofreció los testimonios de la decana de la FHAyCS, Mg. María del Rosario Badano; del estudiante del Profesorado de Lengua y Literatura, Matías Armándola, quien también aportó los cuadros que conformaron la muestra fotográfica; y del escritor santafesino y Licenciado en Letras, Francisco Bitar, quienes abordaron diferentes facetas de la obra y de la personalidad del poeta Juan L. Ortiz.
Palabras de la decana de la FHAyCS, Mg. María del Rosario Badano
«Que nuestro querido y entrañable poeta haya llegado de la mano de un estudiante es un motivo más que de orgullo, y la idea que nuestra juventud empuja hacia nuevos escenarios y horizontes donde es posible encontrarnos y reencontrarnos», manifestó Badano. Además agregó: «Que las fotos expuestas superan el lugar de la imagen y que la imagen es más que una evocación, nos habla de un tiempo, de una constelación y de una poética y de nosotros, por lo tanto nos pertenecen».
La Decana definió la presencia de Juanele en la Facultad como «necesaria y sentida». También mencionó que hace años viene planteando la necesidad de organizar la cátedra abierta acerca de Juan L. Ortiz, por lo que esta muestra «puede ser un interesante puntapié, no solo para ello sino para concretar el grupo de estudio y de trabajo sobre poetas y escritores entrerrianos, generando un eje y un centro en los estudios regionales». «Por lo que mirar y mirarnos, estudiarnos y escudriñarnos posibilita, al interior de la Facultad y la Universidad, generar criticidades en los diferentes campos disciplinares, reconfigura tanto la enseñanza, la investigación y la extensión; nos remite a situarnos en lo regional para que el conocimiento situado posibilite conocer el mundo», añadió.
«Contextos sociopolíticos y poesía, contextos históricos y literatura es una amalgama constituyente en la producción, circulación y apropiación de la palabra. Es esto lo que se habilita en estos momentos, en que la presencia de Juanele en las fotos nos invita a su cotidianeidad, en su simpleza, en la densidad de su mirada a recorrer mundos profundos, desiguales, injustos a través también de una Entre Ríos profunda y sensible. El tajo de lo injusto, el escándalo de la desigualdad, la crueldad de la pobreza, el horror de la guerra y el desamparo de criaturas atraviesa su obra, en lo íntimo y en lo mínimo, en la que la poesía se revela», señaló Badano a modo de abordaje temático de la obra del poeta.
La presencia con el compromiso político en la obra del poeta también fue destacado en las palabras de la Decana. «Esta perspectiva social revolucionaria en la teoría y en la práctica poética de Juanele a lo largo de toda su obra, tal como señala Vallejo, la politicidad de su poesía lo aleja de la consigna o el panfleto para expresarse en los pliegues del alma humana».
«No es casualidad que la biblioteca Constancio Vigil haya sido la que publica la obra de Ortiz «El aura del sauce», generando una propuesta regional que minuciosamente reconstruyó toda su obra cuando no se comunicaba. Y que el destino de la Biblioteca, como las obras de Juanele hayan sido quemadas en la última dictadura militar, tampoco es azaroso», enfatizó Badano.
Recordó también que «hace unas semanas se realizó en esta Facultad la presentación del caso Vigil, en el que una joven doctora narró su tesis en clave de genocidio cultural; justamente, en esa quema estaba la obra de Juanele que luego, de la mano de Hugo Gola, llega a la Universidad Nacional del Litoral para que las obras completas encuentren su destino». «Así que no es una casualidad que ese río tan amado y tan íntimamente suyo, nos una», afirmó.
«La poesía tiene sentido si podemos demorarnos en su lectura o en su escucha, si podemos dejarnos conmover por el lenguaje donde se opera su sentido, donde las raíces se tornan largas», sugirió la Decana de la FHAyCS, a la vez que elogió una de las facetas más destacadas de Juan L. Ortiz, la referida a los vínculos que el poeta entrerriano mantuvo con las generaciones jóvenes: «Quisiera destacar las relaciones que las generaciones jóvenes tuvieron con Juanele, siempre rodeado de jóvenes, a los que generosamente albergó en la casa de calle Tucumán o en la de José María Torres. El encuentro con las palabras y las convicciones de transformar el mundo, sin dudas, eran el foco de los encuentros. Amigo entrañable de los amigos que lo visitaban tanto, veneraban y extrañaban más: Paco Urondo, Hugo Gola, José Saer, Alfredo Veiravé, por mencionar algunos».
Palabras del estudiante Matías Armándola
Los cuadros de la muestra fotográfica inédita sobre Juan L. Ortiz, que fueron expuestos al público, llegaron a la FHAyCS de la mano del estudiante del Profesorado de Lengua y Literatura, Matías Armándola hizo un pormenorizado relato de los motivos que lo inspiraron a rescatar los cuadros que conforman la muestra fotográfica inédita sobre Juan L. Ortiz.
Detalló Armándola que las fotografías fueron tomadas por Coco Vicentín, un gran amigo de Juanele, fallecido a principios de este año. Definió la obtención de los cuadros como un operativo de rescate, dado que «las fotos habían sido ofrecidas a un conocido lugar de entretenimiento de Paraná».
El joven estudiante relató que, para rescatar los cuadros, habló con el concesionario de la venta de los cuadros, a quien debió convencer de que el destino previsto para esas fotos «no era un lugar donde se le resignificaba su valor. Porque así como hay rescates, también hay entierros como cuando ocurre eso específicamente», valoró Francisco.
Posteriormente el estudiante expuso un breve anecdotario sobre su aproximación a la vida y la obra de Juan L. Ortiz.
Palabras del escritor Francisco Bitar
El Profesor Francisco Bitar, quien prefiere definirse como alguien que simplemente escribe, ofreció un punto de vista acerca de las imágenes inéditas de Juan L. Ortiz que se expusieron en el encuentro. «Las fotos son una especie en extinción, ya nadie se toma el trabajo de ceder ante su melancolía», estimó. Y en cuanto a las fotos de Juanele expresó: «Las fotos presentan ese doble carácter de reliquia, se ve al poeta que por ser ya patrimonio de la humanidad se nos aparece como un gigante atemporal. Hablemos del poeta y de su modo de aparecer en las fotos; si la foto es el resultado de una operación lumínica, entonces Juan L. Ortiz está tratando de decirnos algo a través de la luz», reveló Francisco desde su mirada.
En su análisis de la implicancia de la imagen fotográfica del escritor en el lector lejano, aún en el tiempo, el panelista pone como ejemplo su propia relación con Juanele, el modo de entender su obra en relación con su imagen. «Mi caso no es el de muchos otros escritores, lectores de poesías o de simples curiosos que conocieron a Ortiz en su casa de la barranca, o que lo interceptaron en algunos de sus paseos por el parque. Yo, que nací cinco años después de su muerte, no tuve oportunidad y creo que, en realidad, de haber podido tampoco lo hubiera hecho. Sin embargo, durante mucho tiempo creí conocerlo y esto sin dudas se debe a las fotos que una y otra vez nos salen al cruce, al momento de abrir sus libros, es rara esta especie de familiaridad que se da por un cierto conocimiento de la obra y el contacto de una imagen que nos llega. Un sucedáneo de esta familiaridad la encontramos en el modo en que todo el mundo llama al autor por su nombre de pila», consideró.
«Creo que esta es una diferencia que se da entre poetas y narradores», sostuvo Bitar, quien estableció una suerte de comparación entre las características del novelista y las del poeta, y en las formas en que ambos aparecen en las fotografías. «No hay novelista a quien se lo llame por su nombre, el novelista impone distancia y lo hace, entre otras cosas, desde sus fotos; todos los novelistas están cortados por la misma tijera. Creo que todo se debe al atributo que todos estos hombres le deben al más grande de los sacrificios que empezó el verdadero arte del relato, la idea del narrador. El novelista sabe muy bien que no es él mismo quien cuenta, sino que lo hace desde un instrumento, desde una impostación y que, por lo tanto, sería un poco injusto agenciarse a sus logros», explicó.
«Con los poetas es otra cosa, y uno de los casos más notables del Siglo XX, también en este sentido, es Juan L. Ortiz. En sus fotos, Ortiz nos invita a conocer su vida justamente porque la materia que trabaja es parte de ella, el pelo revuelto, las rodillas a la vista, el desorden de sus libros, el río, el mate, el paseo por los pajonales; la obra de Ortiz no está completa sin sus fotos, de hecho también así lo consideran sus editores desde el hermoso «En el aura del sauce«, obra en tres tomos que incluye las fotos del poeta», precisó el escritor.
«A Ortiz, que en las fotos de juventud aparecía fumando en pipa en una postal algo más europea, se lo puede ver al final de su vida como parte de su propio paisaje. El poeta lo ha hecho al cabo de toda una vida consagrada a la poesía, Ortiz y su materia se han consustanciado: Ortiz es su propia escritura», describió Bitar, para luego trazar un paralelo entre el ser y el tener; entre el poeta y el novelista: «El poeta es la escritura, mientras que el novelista tiene el don; el escritor trabaja tres, cuatro, ocho horas por día, luego descansa, paga sus cuentas, pasea el perro. El poeta es poeta las 24 horas, siete días a la semana, tirado en el sillón, soltando sus perros en la plaza, haciendo la cola en el Rapipago». Finalmente, Bitar retomó una definición que el propio Juanele había expresado en el video anteriormente proyectado: «El poeta debe tener una vida tan cercana al trabajo como sea posible».
La jornada se completó con lecturas de poesías de Juan L. Ortiz, a cargo de la profesora María Estela Reviriego y estudiantes de la carrera de Lengua y Literatura. Además de la presentación de Sebastián Macchi, pianista y compositor, que con su grupo «Luz de Agua» editó un material con canciones inspiradas en las poesías de Juan L. Ortiz.
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