En el aniversario de la apertura de la Escuela Normal de Paraná, un recuerdo en la voz del reconocido Profesor de Música Mario Monti

mario monti

Mario Monti ingresó como estudiante de la Escuela Normal a los 5 años, en el año 1878, cuando la Primera Escuela Normal el país daba sus primeros pasos. Siguiendo los caminos de la música, en 1899, se hizo cargo de la cátedra de Música de la escuela y la dictó durante 36 años. Destacado profesor paranaense, en esta Nota del año 1946 apela a los recuerdos de su infancia como alumno y de sus épocas de maestro en la escuela Normal. Para leer con atención, este hermoso aporte de la  Sala Museográfica Archivística de la Escuela Normal y la Red de Museos Pedagógicos de la FHAyCS, que fuera publicado «El Diario» de Paraná, a mediados de 1940. «Cantan los hombres para llegar hasta sus dioses.. y sus dioses vienen a la tierra, desde los cielos o desde los olimpos, por los invisibles hilos del pentagrama…» Mario Monti.

Estampas de la vieja Escuela
En la Escuela Normal se cantaba la Marsellesa Himno de Libertad, nos dice Don Mario Monti
*Transcripción textual de la Nota Publicada el lunes 12 de agosto de 1946 en «El Diario» de Paraná

No podía ser de otra manera. El regocijo trae el canto. Las remembranzas también traen el canto. Cuando uno ha cantado una canción linda por los largos años, cuando ha oído cantar a cien bocas, todos los días, una misma tonada, el eco adquiere, por fuerza, duración de eternidad. El alma, en esos casos, es una caja de resonancia y cuando ya se han apagado las vibraciones acústicas, aún sigue la canción prolongando sus nota y es la voz de los que se fueron viviendo de nuevo, cada día, a musitarnos una palabra.

En estas horas de las recordaciones en la escuela Normal se cantan, como siempre, los viejos himnos de las primeras épocas: «las glorias de la patria», «ante el himno».

No podía ser de otra manera.

Nos vamos a ver a don Mario Monti. Él no solo ha dado alguno de los mejores cantos a la Escuela sino que a enseñando a cantar en esas aulas durante 36 años consecutivos. ¡Treinta y seis!. Lo que uno ha vivido, esa larga etapa, don Mario ha estado dando armonías a los normalistas.

Llegamos a su casa en la calle Uruguay, y lo encontramos trabajando todavía. ¡Grande don Mario éste! Más de setenta años y trabajando. La unión Coral, la composición, y luego, para descansar, los ensayos de la orquesta de cámara, esa que ensaya siempre, esa que siempre esta lista porque sus integrantes no pueden conciliar el sueño si no ejecutan, antes, algo de Schubert o de Chopin o de Liszt.

Don Mario nos recibe como siempre: sencillamente, paternalmente diríamos, y nos cuenta su vida en los aspectos que nos interesan.

Ingresó como alumno a la Escuela Normal cuando tenía apenas 5 años. En  1878 eran ocho a diez chicos de un curso de pequeñuelos, quizás precursor del Kindergarten.

Les daba clases de música una señora de Farnessi, de origen inglés. Era una matrona por su figura y por sus actos. Tenía una hermosa voz. Don Mario cree que esas clases de música servían como pretexto para lucir su voz. Amaba el canto. Y aunque empezara cantando a coro con sus alumnos, al final quedaba esa voz, única, bella resonando en los claustros. Los niños la oían con asombro. Y cuando finalizaba su canto quizás la aplaudían como entusiasmado espectadores de un teatro lírico. ¿le pedirían bis?...

-¿Qué canciones entonaban Ustedes, señor Monti?
-Ah, eran obligatorios los cantos descriptivos del español Gabriel Diez. Mediante ellos enseñaban las cosas de la naturaleza. Recuerdo que había uno llamado «La lluvia». Seguía con sus estrofas, todo el proceso del agua, desde que el vapor se eleva de la superficie ácuea hasta que las nubes, ya cumplido el ciclo, vuelven al mar.

Me gusta tanto esa canción que luego, ya hombre y entregado a la composición, la escribí en cuatro o cinco tonos distintos.

En épocas posteriores la Escuela Normal hizo un culto del canto. Leopoldo Herrera impuso la enseñanza de los himnos nacionales o canciones características de las naciones amigas.

Los alumnos los tenían siempre preparados, y si llegaba alguna fecha patria o visitaban el establecimiento algún extranjero, se lo recibía con su himno, cantado por todo el alumnado.

Magnifica recepción, por cierto!

Cuando un ilustre italiano, Guglielmo Farrero, llegó a la Escuela, lo llevaron, con todos los honores, al salón  y la juventud entonó el coro de  «Nabucodonosor». Ese coro, ya lo sabéis, es como un canto patrio.

Verdi escribió la ópera en épocas de lucha contra los austríacos, y cuando los italianos lo entonaban, daban a ese canto una intensión no sólo lírica sino política.

Los alumnos cataron «Nabuco». Y, ¡oh milagro! Se le encendieron los ojos al gringo, sintió que su corazón saltaba.

Y allí mismo Ferrero, el famoso Ferrero, confundió su voz con las voces argentinas y él también cantó, cantó a pulmón pleno el coro de  «Nabucodonosor».

Otra vez nos cuenta don Mario Monti, llegó un notable español: Alejandro Lerroux, para dar conferencias.
En ese tiempo se cantaba en la Escuela una canción española a la que había puesto letra el poeta Horacio Rodríguez. La cantaron los alumnos frente a él. Y Lerroux, que años después habría de tener tan destacada actuación en la política española, se sintió invadido por memorias de la patria lejana. Y lloró, lloró mientras la juventud de la casa seguía dándole el regalo de sus frescas voces al entonar viejos cantare. Lloró Lerroux en la escuela….

¿Y la Marsellesa?
La Marsellesa se cantaba siempre. Pero más que como himno de Francia, se lo entonaba como himno de libertad.
Porque la Marsellesa, agrega el Sr. Monti, es la canción de todos los hombres libres.

¡Qué hermoso todo! Qué gran Escuela esa en que se reverenciaba la libertad y en que los hombres libres de  todas las tierras ocupaban su tribuna con la franca satisfacción de los dueños de casa.

Don Mario recuerda que entre los muchos ilustres que hablaron en la Escuela Normal de Paraná se contó Pietro Gori, el anarquista italiano. Leopoldo Herrera, inmenso espíritu, el mismo que escribió la «Invocación a la Patria» que luego musitaron muchas generaciones con la mano sobre el corazón, invitó a Gori a ocupar la tribuna bajo su responsabilidad.
Era la época en que los directores de la Escuela constituían toda una institución y en que su palabra, no solo era respetada, sino pesaba enormemente en el Ministerio.

marsellesaPartitura de la Poesía «Ante el Himno» escrita por el Profesor Alejandro Carbó y Musicalizada por el Profesor Mario Monti.


Sigamos con el canto don Mario Monti se hizo cargo de la cátedra de música en forma interina en el año 1899. Reemplazaba al profesor Conrado Rolandone. Pocos años después logro su efectividad en el puesto.

Solicitó su jubilación en el año 1929, retirándose recién en el 35. Vale decir que actuó durante treinta y seis años consecutivos.

Los himnos de la Escuela, incorporados definitivamente a su acervo, fueron «Las glorias de la Patria», letra del Profesor Ceballos y música de Julio Giacomelle; «Juventud», letra de Alejandro Carbó y música de don Mario Monti.
Del primero de los citados, don Mario opina que se trata de un himno hermosísimo en lo que se refiere a su factura musical. El segundo decía que la Libertad era un nombre grandioso «qu0e despierta en él alma inspiración» y conjugaba muy bien con el tradicional espíritu liberal de la casa de Torres.

En cuanto a «Ante el Himno», el señor Monti nos informa que se trataba de una sentida poesía de Alejandro Carbó y que él pidió autorización para ponerle música.

Al narrarnos aspectos y anécdotas de la enseñanza de la música en la Escuela Normal, el viejo maestro nos confiesa, con esa su proverbial franqueza, que siempre ha tenido aversión a los apellidos difíciles y que cuando venían nuevas generaciones de alumnos con esos nombres que trae, inevitablemente, el cosmopolitismo, se veía en figurillas. Entonces se paseaba por el aula y cuando debía pedir a uno de esos apellidos raros que pasara, se llagaba hasta él y lo tocaba en el hombro. Pase usted, le decía, y así salvaba el trance….

El señor Monti, autor de «Ante el Himno» que en estos días cantarán con fervor los nuevos y los viejos alumnos, estos últimos quizás con lágrimas en los ojos, ha hecho una religión de la música. Nos dice que la música es anterior que a las religiones y que éstas, comprendiendo las influencia del canto sobre el alma de los hombres, la emplean como medio de expansión. Cantan los hombres para llegar hasta sus dioses. Y sus dioses vienen a la tierra, desde los cielos o desde los olimpos, por los invisibles hilos del pentagrama….

Y ya estrechamos la mano de don Mario. Y ya deseamos que esa luz de mayo venga a nosotros en esta oscuridad. Y ya nos vamos agradeciendo al maestro su canto, ese que se oye cuando uno pasa por la Escuela Normal y que fue entonado por los que hoy están muertos pero vendrán a acompañarnos en esta fiesta de la gran casa septuagenaria.

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