El camino hacia una Educación Sexuada Justa

«Entramos por la Educación Sexual Integral y hablamos de la sociedad en su conjunto, de la justicia, de las personas, del mundo que queremos para el futuro; es un proyecto expansivo y vale la pena». En el marco de su participación en el seminario de posgrado Hacia una Educación Sexuada Justa, del Programa de Formación Continua «Sexología, Género y Sexualidades», Las Profesoras Laura Van Dembroucke y María Celia Alasino dialogaron con la Dra. Graciela Morgade.

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Graciela Morgade es mujer, doctora, investigadora, decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA),  profesional comprometida, escritora de libros, ciudadana militante. Nos propone tener paciencia para dar lugar a la Educación Sexuada Justa.

Un breve recorrido en tu devenir: ¿Cuál es tu familia nuclear?

Mamá y papá y mi hermana menor, Claudia.

Que —como bromeaste durante la charla— ahora es tu hermana mayor.

Ahora ya es mi hermana mayor (risas). Esa es mi familia nuclear. A los 22 años me fui a vivir sola, medio «noviada» y después de cuatro años me casé,  cuando me recibí. En realidad mi marido, mi novio en ese momento, había sacado una beca y era mejor casarse. Fue hace mucho.

¿Estabas convencida de qué era lo que querías, cuando decidiste tu carrera?

Cuando decidí estudiar Ciencias de la Educación fue porque una prima me preguntó un día: ¿Vos qué querés ser?, y le respondí que quería ser «maestra de maestros». Entonces me dijo que tenía que estudiar Ciencias de la Educación. Desde ese momento, decidí que esa era la carrera que iba a seguir.

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Te destacás como una gran militante feminista, abogás por la perspectiva de género instalándola en las distintas disciplinas, en los espacios curriculares y has trabajado en los Lineamientos Curriculares de la Educación Sexual Integral. ¿Cómo llegaste allí?

Venía trabajando en temas referidos al trabajo docente, pero no desde una perspectiva de género, sino pensando en el trabajo docente como una labor compleja e interferida por la burocracia escolar. En medio de eso, quedé embarazada porque falló el DIU: siempre le digo a mi hija que no fue planificada pero fue muy aceptada al proyecto y fue bienvenida. Ser madre me cambió muchísimo la cabeza: sentía que cuando estaba con mi hija me faltaba la vida académica y salir de mi casa, y cuando estaba afuera —en la facultad—, sentía que quería estar con mi hija y vivía muy desgarradamente ese momento. No estaba bien en ningún  lado. Me costó un montón compatibilizar.

Hiciste una buena síntesis de la experiencia personal y lo que era lo profesional para poder verte desde la perspectiva académica y de la investigación en tu propia vida.

Tal cual. Por suerte lo que estudio muchas veces me sirve para mi vida. En los temas a los que una se dedica siempre hay, creo, un cruce personal. En mi caso es bastante clave, me sirvió mucho la idea del feminismo para mi propia vida, para mi propia carrera. ¡El psicoanálisis y mis lecturas me ayudaron!

Dijiste que habías pasado por el hippismo, y que después fuiste haciendo nuevas lecturas de tu cuerpo, en tu propia presentación, de tu forma de ser mujer. Contanos sobre eso.

Tal vez en la adolescencia me quería distinguir de mi mamá, que era hermosa y muy coqueta, entonces usaba túnicas y vestidos hippies. Había algo de la cultura hippie que me atraía. Luego, me hice de alguna manera de esa izquierda adusta, que reniega de la moda y de la construcción estética por considerarla frívola. Estuve 10 años sin cortarme el pelo, por ejemplo, rechazando mucho los estereotipos. Hasta que empecé a trabajar en una escuela con una beca del CONICET a los 26 años y ahí me empecé a «vestir» porque me di cuenta también que el sistema educativo tiene algunas reglas y para entrar a esos lugares y cambiarlos hay que jugar un poco esas reglas. Esa dialéctica entre la posición y la disposición fue haciendo que tratara de entrar a las instituciones y cambiarlas un poco. Siempre estuve institucionalizada al 100%.

Y hoy te desempeñas como decana de una institución que está desafiando la política educativa nacional. ¿Qué podes decirnos al respecto?

Es importante para las mujeres conocer ciertas reglas y jugar el juego, para no quedar afuera de ciertos espacios, de ciertas instituciones, y al mismo tiempo estar ahí para poder cambiarlas. Es una tensión que a mí me interesa, un desafío.

¿Has tenido una especie de línea sostenida en el tiempo como investigadora de la problemática de género en las escuelas?

Tengo la enorme satisfacción de que hace 30 años obtuve mi primera beca del CONICET. En ese momento estaba muy sola. Hoy, en cambio, creo que hay un campo, hay líneas de investigación, personas que producen, congresos, un equipo. Mi objetivo ahora es que crezca el campo y delegar.

Y que la semilla germine.

-¡Tal cual! Es una sensación de logro poder decir: «Ah bueno, me puedo dedicar a otra cosa».

¿Cómo definirías esta mujer que está siendo Graciela Morgade, que puede mirar para atrás y que a su vez tiene mucho por delante?

No me puedo desligar en este momento de mi vida de mis fuertes intereses políticos. Siempre tuve intención política y de hecho la perspectiva de género es una perspectiva política. Participar en la Universidad y ser decana —que es un cargo político académico— también lo es. Me siento muy convocada por diversos espacios de militancia política específica. No me gustan las cosas que pasan, por eso soy parte de un grupo de compañeras pedagogas, de un grupo de ciencia y tecnología, y de un grupo de mujeres en red. Estoy en un momento en que puedo pensar estratégicamente los procesos sociales y políticos. Me interesa pensar en cómo hacer para consolidar una docencia, investigación y extensión para una universidad que esté realmente al servicio de los intereses populares. Esa universidad no puede estar fuera del diálogo con el sistema educativo y fuera del diálogo con otras organizaciones.

Estamos convencidas de que el afecto y el placer son aspectos importantes para que la Educación Sexual pueda ser realmente justa. ¿Qué querés decir cuando hablás de afectividad?

Desde mi punto de vista incluye lo que se llaman las emociones alegres y las emociones tristes —de las que habla Spinoza—. Tal vez el sentido común las piensa como las emociones positivas, pero los afectos también incluyen emociones tristes, de dolor. La escuela también tiene que transformarse en un espacio donde la alegría, el dolor, el placer, el pudor, el miedo sean afectos presentes, donde la palabra esté habilitada. Cualquier contenido, cualquier forma de conocimiento incluye un vínculo afectivo con ese contenido que se está tramitando; de hecho a veces los contenidos se completan entendiendo eso. Por ejemplo, qué le pasa a un chico cuando se siente presionado para el debut sexual, qué siente cuando los compañeros y amigos le preguntan: “¿Y, debutaste?”. Esas formas de presión que son tan fuertes, que son explícitas. ¿Qué le pasa a ese chico? ¿Qué temor tiene? ¿Tiene temor a no ser querido? ¿Tiene temor a ser rechazado? ¿Tiene temor a su propia virilidad? ¿Tiene dudas respecto de sí mismo? Esa es una dimensión que tiene que ver con la afectividad, tiene que ver con lo que les pasa, pero también tiene que ver con lo que nos pasa. Lo que digo es que la ESI habilita conversaciones, habilita clases en que las personas están más enteras, en todas sus dimensiones. Como a veces digo, si estoy en un lugar donde me puedo reír, me siento íntegra, estoy ahí. Creo que la ESI puede hacer mucho más interesante la escuela. Además de la justicia, además de lo que hay que hacer, me parece que incluir a las personas de manera integral es también generar espacios de aprendizaje mucho más intensos y durables. A veces el espacio escolar es un espacio de reunión que no es tal. No hay reunión, hay una congregación de personas.

Hoy sabemos que es un espacio que todavía falta expandir. Es muy importante para ello la formación docente. ¿Qué le dirías a un docente para poder formarse en ESI?

Que hay una dimensión legal que es obligatoria, no nos olvidemos de eso. Y además, hay otra dimensión que es la ESI que no se agrega, no es un contenido más, sino que se trata de una perspectiva de lo que ya se hace. Otra cosa que le diría es que seguramente va a tener oportunidades de encuentro con sus estudiantes —que como decía recién— van a ser más intensos, más integrales y seguramente más significativos. Que pensamos que sí, que vale la pena, que se anime, junto con otras y con otros a buscar espacios formativos sistemáticos, como la universidad u otros, a buscar organizaciones que militen. Sobre todo a escuchar, a habilitar otras maneras de escuchar  lo que dicen los chicos y las chicas.

En tu participación en el seminario disfrutamos no sólo de la solvencia profesional, de un discurso dialógico muy ameno sino también de una mujer sensible, alegre, generosa y simpática. Te agradecemos especialmente la distinción que nos otorgaste en una agenda tan apretada como la tuya.

A modo de cierre, ¿Algo más que quieras agregar?

Creo que la ESI se transformó en una especie de gran proyecto pedagógico que no es solo ESI como contenido, es una manera de entrarle al trabajo por una sociedad más justa, más respetuosa, y más igualitaria. Y entrar por la ESI es trabajar y denunciar otras desigualdades que también existen en nuestro medio, y en ese sentido es un gran proyecto pedagógico. Entramos por la ESI y hablamos de la sociedad en su conjunto,  justicia, de las personas, del mundo que queremos para el futuro, es un proyecto expansivo y en ese sentido creo que vale la pena. Y muchas gracias a ustedes.

 

 

 

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